Hace un par de años, José Miguel Bolívar me recomendó seguir y leer a Eugenio Moliní, concretamente su libro sobre “Participación Genuina”. Por una vez le hice caso y de la primera lectura (porque habrá una segunda) de ese libro, imprescindible para entender la condición humana y su relación con el cambio, se me quedo grabada la idea de que las personas sólo cambian y se comprometen si quieren. Esto es así, lo mires por donde lo mires. No puedes obligar ni forzar a nadie a cambiar, aunque si se puede obligar a alguien a hacer algo que no quiere, hacerlo según indicaciones concretas o hacerlo, incluso, siguiendo indicaciones contrarias a sus creencias.
Si, se puede forzar y obligar a alguien a hacer cosas, pero no se puede obligar a nadie a cambiar. Pretender eso es simplemente es estúpido e ineficaz, porque ese cambio no será ni real ni duradero. De los aprendizajes extraídos de leer a Eugenio, sin duda este es para mi el más relevante: el cambio debe ser genuino, salir de dentro, para ser real. De lo contrario, servirá de muy poco.
En mis talleres y trabajos como consultor artesano en efectividad centrada en las personas me suelo encontrar con dos tipos de personas: los “genuinos” y los “aún no genuinos”. Los primeros son personas que quieren cambiar y mejorar su situación actual, están comprometidos con el esfuerzo y dedicación que deberán invertir en cimentar adecuadamente una nueva forma de trabajar y de organizarse, mucho más efectiva y adecuada para los tiempos que vivimos. Diríamos que cumplen con ese perfil de compromiso con el cambio genuino del que hablaba antes.
Los “no genuinos” son personas a las que el entorno les está empujando a cambiar pero, probablemente, son poco conscientes de ello o lo ven de otra manera. Buscan soluciones rápidas, basadas en trucos y pequeños cambios de fácil esfuerzo,… En general, buscan medidas que les suponga un compromiso poco o nada relevante y que aporten resultados a corto plazo. En mi experiencia, aunque digan que quieren cambiar y mejorar, realmente están lejos de querer hacerlo realmente. La razón puede ser diversa y nunca puede ser motivo de juicio de valor. Probablemente su momento está por llegar.
Como siempre digo, según mi experiencia, mejorar la efectividad personal es un proceso de cambio interno que implica varias cosas:
- tomar conciencia de la diferencia existente entre un estado actual y una situación deseada
- reflexionar y entender que nada ni nadie salvo el compromiso contigo mismo puede propiciar el cambio
- aceptar que cambiar requiere paciencia y que las cosas que merecen la pena necesitan tiempo para conseguirse
- madurez (que no es lo mismo que edad
)
A partir de estos puntos, estableces unas bases sólidas para mejorar tu efectividad de manera sostenible, la gestión de tus compromisos de manera eficaz, tu organización y, en definitiva, mejorar y cambiar tu vida en el grado que tu desees. Porque únicamente desde el cambio genuino podemos pasar de un situación existente a una situación nueva y sólo si te comprometes de verdad a cambiar lograrás ese cambio. Por todo esto, puedo decir que, a mi, lo que me ha funcionado es mejorar mi efectividad personal desde el compromiso y el trabajo. En definitiva, trabajar y mejorar mi efectividad personal… de manera genuina. Merece la pena.